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La monarca y el pez

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    Cierto martes por la tarde el jardinero echó un pez en la fuente que se encontraba al centro del parque. Al principio se sintió extraño era agua dulce, limpia, que tenía corrientes fuertes.

    El pez creció con las persecuciones de los gatos, pájaros que deambulaban por ahí. Pero curioso, en cierta ocasión vio algo que llamó su atención así que se acercó a la superficie para ver que era.

    Algo sorprendente vio, el Sol pegaba directo en aquella silueta que se dibujaba en la superficie del agua. Era de colores rojo, negro, naranja amarillo todos en combinación perfecta. Así que decidió salir un poco mas.

    Sus ojos se salían de la superficie de la fuente al ver a tan agradable creación. “¿Qué eres? nunca había visto algo tan bello”. Al escuchar esto la criatura extraña hasta ese momento se alejó. Pero, como si hubieran marcado con hierro en sus ojos, la imagen de aquella hermosa criatura no se quitaba de su mente.

    Preguntó a los peces que nadaban por ahí sobre lo que había visto y uno de ellos ya grande y sabio le dijo: «Lo que has visto es una monarca, es raro que anden por aquí, ya que no es su ruta normal».

    Monarca, le sonaba extraordinario, y cada vez que veía algo de colores salía corriendo a la superficie, incluso arriesgando su vida ya que con regularidad andaba el gato por ahí y tenía que sortear muchas veces sus garras.

    Después de unas semanas vio nuevamente a esta criatura. Ahora salió el pez y sin apresurarse le dijo «Hola me llamo Pez y ¿tú?». Un poco tímida la mariposa le dijo «Me llamo Mariposa» y se volvió a ir rápidamente.

    El Pez espero varios días para volverla a ver. Hasta que nuevamente la vio y de inmediato la saludo. Pero notó algo rato en ella, no era la misma o no se había fijado bien; pero tenía parte de sus alas dañadas. Tenía miedo, al verla así, le preguntó qué le había pasado.

    Pero ella solo lo ignoraba, se notaba su dolor en las lagrimas que trataba de detener en sus ojos y en su boca al retener los suspiros de ansiedad. Así que el Pez solo se limitó contarle historias para distraerla, aunque no era muy expresiva el Pez presentía que a la mariposa le gustaba, ya que no se apartaba de él. Lo miraba sonreía y prestaba atención a todo lo que le decía sin expresar palabra alguna.

    Poco a poco ella sintió confianza y se fue abriendo, y al ir escuchando cada evento por el cual tenía sus alas rotas, el Pez sentía que algo por dentro lo desgarraba, como es posible que alguien trate así a algo tan hermoso.

    Le daban ganas de salir de la fuente e ir y arreglar todo el daño que le habían causado. No sabía porque pero el Pez sentía algo que le provocaba hacer burbujas en la fuente. Un día sintió tanto coraje por lo que le hacían a Mariposa que saltó de la fuente; sin embargo, el calor y la falta de oxigeno solo hicieron que revoloteara sobre el piso, hasta que el jardinero lo regreso a la fuente.

    Antes la mariposa solo iba de vez en cuando a la fuente; pero ahora iba diario e incluso en frías noches. Las platicas eras sublimes tanto que les ardía el corazón a cada uno. Era maravilloso; sin embargo, no se habían dado cuenta que eran de diferentes ambientes. La mariposa no podía entrar al agua y el pez no podía salir del agua. Pero eso no importaba, la Luna se reflejaba en la superficie del agua y era el marco perfecto para escribir, cantar o simplemente soñar.

    Un día el jardinero al ver que los peces de la fuente corrían peligro y los gatos podían hacerles daño, decidió cambiar a los peces a un río que se encuentra a 5 kilómetros de distancia. El agua era de ese río era fría, la corriente muy fuerte y los peces se esparcieron por doquier.

    Cada mañana el Pez salía a buscar el Sol que se colaba entre las ramas de los eucaliptos, los capulines y los pirules. A lo lejos se escuchaba el golpeteo de un pájaro carpintero que se encontraba en un árbol seco.

    El Pez preguntaba a los pájaros, a las ardillas por su gran amiga Mariposa; sin embargo, nadie sabía de ella. Hasta que un día llegó una lechuza y él le hizo la misma pregunta y esta le contestó: «Si la he visto». El Pez se emocionó, existía la posibilidad de volverla a ver.

    «Esa bella criatura a la cual llamas Mariposa se fue con alguien de su misma especie al parecer se caso» dijo la Lechuza. Ese fue un golpe muy duro para el Pez aunque eran de diferentes ambientes él albergaba en su corazón la esperanza de ser algo mas que amigos.

    Hoy el Pez lucha contracorriente esperando en el mismo lugar para ver si algún día llega a ver a Mariposa y pensar que todo lo que escuchó de la Lechuza fue mentira.

    FIN

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